viernes, diciembre 22, 2006

Odio a los payasos...


y por caracter transitivo, odio a los mimos tambien...

SI desaparecieran todos ellos sin dejar rastro alguno, este, seria un mundo mejor.

Tango



Pintura en acrilico que hice en un momento nostalgioso.

jueves, diciembre 21, 2006

Cenando frente al Colosseo Romano



Una cena en Roma con vino tinto, buena compania y el Colosseo enfrente...mucho mas no se puede pedir...

Kim en el Metro

Cuento: En caso de necesidad

En realidad no sentí nada. Ni el ruido ni nada. Creo que a lo mejor fue como una luz de golpe, pero no estoy seguro.
No me venía sintiendo bien los últimos dias, más bien creo que me sentía bastante para la mierda. Había perdido el trabajo y con Susy, mi última pareja, ya ni nos hablábamos. Bah! ella no me hablaba, porque yo la llamaba casi todos los dias. O todos. Ahora que lo pienso mi postura era bastante patética, pero en fin. Lo hecho hecho está, ahora no lo puedo cambiar, aunque quisiera.
Traté de no llamarla tanto, pero fue imposible aunque ella se mantuvo siempre en la misma postura de negarse a hablar de lo nuestro. Al principio me lo decía casi de buena manera, como tratando de no comenzar una discusión; luego fue mas directa y al final, incluso, podía sentir su fastidio. Desde hace dos semanas más o menos, nunca estaba en su casa, pero estoy seguro que ya directamente se hacía negar. Incluso sé que una o dos veces fingió ser otra persona para no atenderme.
De la última vez que hablamos lo que más me dolió no fue el insulto con el que dio por terminada la conversación, sino su actitud despectiva, ausente, sin ningún interés de prolongar ni por un minuto más la charla, como si la exasperara el hecho de tenerme enfrente suyo, la muy hija de puta. Después de todo lo que hice yo por ella, la de cosas a las que renuncié sólo por hacerla feliz. Años perdidos dedicados a esta tipa.
Me gustaría saber si mis problemas en el trabajo empezaron por las discusiones con Susy o empezamos a llevarnos mal a raiz del despelote en la compañía; lo que si sé es que fue paulatino, aunque no dejó de sorprenderme cuando me dejaron cesante.
Yo siempre fui en la oficina uno de los que mas trabajaba y jamás me negué a las horas extras, incluso sin ser pagas. Con la excusa de que la empresa estaba en crisis y que necesitaban gente que pusiera el hombro me tomaban de idiota siempre a mí. No es que me molestara, pero como yo necesitaba el trabajo más que otros , y nunca me quejé, creo que se aprovechaban; no sé, pero llegué a pensarlo muchas veces, además que era el empleado peor pago de la plantilla
Ahí estaba Fellerman, que de tanto tomar cafés y fumar en los breaks con los supervisores se convirtió en 4 meses en mi jefe. Cómo puede ser? No me parecía justo y, a pesar de que el tipo no era en realidad malo conmigo, siempre pensé que me trataba con un poco de lástima, o de desprecio tal vez, pero seguro que no me hablaba como lo hacía con los demás, eso seguro.
Además estaba el tema de las tareas extras: todas a mí, o eso me estaba pareciendo las últimas semanas. Cada cosa que se necesitaba urgente me la daban, todos los reportes de último momento a quien se lo daban? a mí, por supuesto. Los viernes llegaba tan cansado que algunas noches me quedaba dormido mientras cenaba y hasta llegué a despertarme con salsa de tomate en el pelo una noche que apoyé la cabeza en la mesita de madera azul llena de platos sucios, aquella mesa que usaba para todo y cuyo cajón guardaba el pequeño tesoro de papa, »para usar en caso de necesidad máxima « me había dicho el.
De todas formas el hecho de trabajar hasta la noche al principio no me jodía demasiado y me la aguantaba bastante bien, incluso hasta sentía satisfacción a veces. Volver no era algo que me gustara especialmente, y menos después de pelearme con Susy. Mi casa es más bien una buhardilla llena de papeles, libros, revistas y mugre…no tiene nada realmente atractivo, está en el último piso de una casa de mil novecientos veintipico, muy venida a menos, de tres plantas, ubicada cerca de una vieja fábrica de cerámicos abandonada. De noche el barrio es bastante sórdido e inseguro, pero de día cambia totalmente y los chicos sentados en los umbrales de las puertas y las viejas volviendo del mercado le dan un toque pintoresco, como de siglo pasado, como de foto vieja.
Me terminé acostumbrando también al olor a pescado que viene del puerto, es como un perfume que me hacía acordar a que detrás de esas paredes de ladrillos vistos desencajados de la vieja factoría, los fierros de las máquinas en desuso y de las chapas acanaladas que todavía quedan en el techo, hay un mundo distinto y vivo, lleno de gente de actividad simple y casi primitiva que, seguro, no tenían ni por asomo la clase de problemas que yo estaba sufriendo. Casi llegue a mirar con envidia a la gente del puerto, o los odiaba por su maldita sonrisa de felicidad animal.
La habitación, iba diciendo, es apenas un pequeño desván en la planta alta de la casa, sin puertas y con una clarabolla redonda que hace de ventana, aunque no tiene ninguna vista hacia el exterior por lo alta que está; en las noches de verano deja pasar una brisa fresca que se cuela con olor a rio que me adormecía con una sensación casi de bienestar. Creo que esos eran los momentos que más me gustaban y en los cuales puedo decir que no me dolía estar despierto y casi no me importaba estar horas inmóvil, a veces hasta que ya la luz comenzaba a colarse.
El baño y la cocina la compartía con la vieja así que tenía que ir hasta la planta baja para poder hacer mis necesidades o cocinarme algo, aunque mientras en verano la casa es cálida y no me molestaba tanto bajar, en invierno se me hacía casi imposible salir de entre las frazadas de lo frio que era el edificio, sobre todo en la escalera, que era atravesada siempre por una corriente de aire helado que se colaba por alguna de las miles de grietas de los techos. La dueña decía que la caldera estaba rota y no había quien la compusiera, pero creo que lo hacía para ahorrar la muy miserable. Así que tenía uno de esas tazas para enfermos que usan en los hospitales y con eso me arreglaba y la mayoría de las noches comía un pan casero que compraba en la esquina de enfrente, con algo de salsa de tomate o con queso de rallar y una botella de vino, así que no me quejo de eso.
Dormía en un colchón que encontré hace un tiempo que, a pesar de tener algunos resortes rotos, es asombrosamente cómodo y si no hubiese sido por esos malditos piojos que tiene, es la cama que hubiese comprado de tener dinero…a decir verdad no la cambiaba por ninguna otra aunque pudiera.
Así era mas o menos mi habitación, sin lujos a decir verdad, pero también con lo que pagaba no podía pretender un departamento céntrico ni una casa de planta baja con jardín, no? Y encima con lo dificil que es conseguir casas para alquilar hoy en dia… la ciudad esta completamente llena, se meten hasta 3 familias en casitas mínimas y se amontonan como ratas, de seguir así los precios van a continuar subiendo y va a ser imposible conseguir una vivienda más o menos digna.
La dueña de casa me la dejó a buen precio, aunque aun así hubo meses en los cuales tuve que andar pidiendo prestado para llegar a pagar el alquiler. Gracias a eso llegué a conocer quienes eran mis amigos de verdad. En las buenas estamos todos, eso seguro, pero cuando iba con un apuro de plata todos desaparecían como por arte de magia. Vignoli fue el único que no me dio la espalda y me aguantó casi siempre. Digo casi porque la última vez el tambien me mandó a la mierda más o menos con buenos modales, aunque la verdad no lo culpo. Ya eran muchas las veces en las que me había dado unos pesos y yo la verdad que nunca podía devolvérselos, asi que la verdad que no le tengo ningun rencor.
Pero a los otros si, de esos me lleve una gran desilusión. Más que por no haberme dado nunca una mano, fue porque siempre me estaba enterando de cosas que decían de mí a mis espaldas. Tantas veces escuché rumores que al final dejé de darles importancia, al final, si querían ocuparse de mí, allá ellos, pero no puedo negar que en el fondo me dolía, eran mis amigos de toda la vida y de golpe, en las malas no había nadie.
Eso de que en las buenas somos todos amigos me lo dijo mi viejo…tenía cosas sabias el viejo, la verdad, aunque esa frase no es suya. Muchas veces me decía las cosas justas en el momento preciso. Mientras estuvo conmigo se la pasó tratando de hacerme un hombre de bien y de trabajo. Siempre le hice caso y solo un par de veces discutimos por tonterías típicas de padre e hijo, pero nunca estuvimos distanciados o enojados ; todo lo contrario, estábamos muy unidos y como tratando de apoyarnos mutuamente desde que faltó mamá.
El dia que ella se fue de casa, al volver del colegio el viejo me miró con unos ojos que nunca le había visto y me dijo muy gravemente : tu madre se fue con otro hombre, y sin decir una sola palabra más se levantó y puso dos platos llenos de arroz con salchichas que estaba demasiado salado y un poco frio. No se porqué pero aunque yo tenia 9 o 10 años, me quedo grabado en la memoria que yo no podía dejar de jugar con una miga de pan que se había caido sobre mi delantal un poco amarillento ya y que casi no toqué la comida servida, a pesar de que estaba muerto de hambre.
A partir de ahí papá nunca más habló demasiado sobre mamá, pero jamás me dejó que opinara mal de ella. El me dijo que ella había elegido otra cosa para ser feliz y que había que respetarla, pero no estoy seguro que pensara eso realmente, es más, juraría que lo he oido muy por o bajo alguna noche llamarla entre insultos y llantos, pero prefiero no acordarme o hablar de eso. Un poco por respeto, un poco por verguenza.
Papá trabajaba como tornero del taller que hacía mantenimiento de las máquinas y vagones del ferrocarril y había llegado a ser encargado de sección después de algunos pocos años de servicio. En ese entonces trabajar en los ferrocarriles era toda una carta de presentación y el se sentía de verdad orgulloso por eso y por el reconocimiento que tenían en la empresa por él, aunque a veces tambien lo oía protestar por el manejo de los patrones y de como iban a terminar arruinando todo, aunque eso era impensable en la época en que los trenes movian el pais y siempre pareció una protesta fruto de sus ideas sobre los derechos de los empleados y de la postergación de los obreros.
Creo que hasta el último dia nunca llegó tarde mientras pudo trabajar, y jamás faltó al taller ni una sola vez, por ningún motivo. Se levantaba a las 7 de la mañana y preparaba té para los dos que servía con unas galletas de manteca que podría reconocer aun hoy si tuviese la posibilidad de volver a probarlas y que mucho tiempo despues, aún me detenia a veces en las puertas de las panaderías cuando sentía un olor parecido.
Desayunábamos en silencio mientras leía en el diario alguna noticia de política y dejaba para mí los chistes de la última página, aunque el crucigrama lo reservábamos para el atardecer cuando nos reuníamos en el patiecito con olor a malvón para el rito de completarlo a toda costa. Así mañana tras mañana, dia tras dia, letra tras letra.
No me puedo quejar de mi vida con él. Nos hemos hecho mucha compañía y, aunque siempre me dijo que no confíe ciegamente en la mujer, nunca se interpuso entre las pocas noviecitas que traje a casa y yo, a pesar que cuando la conoció a Susy y le dije que era la mujer de mi vida me miró con verdadera pena y me dijo que no me apure, que para equivocarme tenía tiempo.
No le hice demasiado caso y comencé a salir con ella de todas formas y a tomar el tema muy en serio. Susy trabajaba como auxiliar en el estudio de un abogado del centro, un tipo importante con el estudio en la avenida Casares, aunque ella nunca me dio la dirección exacta. Mis amigos me decían que ella andaba en otra cosa, algo de copas o algo así, y que por eso no me dejaba ir a buscarla al trabajo. Pero lo decían de envidiosos los hijos de puta esos. Nunca aguantaron que yo tenga una mujer como Susy conmigo.
Papá había cambiado mucho desde el dia en que se fue mamá y ya era un anciano de pelo gris, vencido y sin ninguna voluntad, a pesar de que era un tipo que no había llegado a los 65 y nunca había sufrido ninguna dolencia. Yo todavía vivía con él aunque tenía mi trabajo en la oficina que había conseguido gracias a una gestión con la gente del sindicato de tranviarios con los que él tenía muy buena relación y la costumbre del crucigrama la conservamos hasta el final.
Tuvo razón papa, al final, con lo del ferrocarril. Años de desmanejo lo habían transformado en un recuerdo del pasado y era imposible mantener la estructura ferroviaria en funcionamiento, así que le ofrecieron un arreglo conveniente de retiro voluntario y se jubiló aún sin tener la edad mínima, con una buena cantidad de dinero en efectivo que según el decía tenía invertido de la manera mas segura.
Al final el pobre viejo se murió una tarde de Julio. El funeral fue muy sencillo ya que no le había quedado un peso despues de tanta devaluación y los años sin trabajar. Vino bastante gente a despedirlo. Un tipo muy querido papá, y muy respetado, la verdad. A pesar de no estar en actividad nunca dejó de darse una vuelta por el taller en donde todavia encontraba algunos viejos de su epoca, hasta que ya los nuevos operarios ni lo conocían e incluso llegaron una tarde a prohibirle el paso. Eso lo terminó de derrumbar.
Lo enterramos en la bóveda de la Unión Farroviarios Unidos en el nicho ciento dieciocho, casi al final de la fila de la parte sur. Ahora que pienso nunca le puse la placa de bronce con su nombre, pero bueno, ahora ya es tarde, no lo hice en su momento, ahora ya no puedo.
Yo estaba tan angustiado que me sorprendí al no llorar en ese momento, pero después ya solo en la casa, me desaté totalmente al ver el diario con el crucigrama sin resolver encima de la silla de mimbre y la caja de galletas sobre el placarcito de la cocina. Me di cuenta en ese preciso momento que falta me haría el viejo y que de no ser por Susy mi vida no tenía ya el más mínimo sentido.
La casa la terminé malvendiendo por poca plata por culpa de unas deudas que no podían esperar y para poder sobrellevar un poco mejor mi estilo de vida de soltero. Necesitaba siempre un poco de dinero en efectivo para darle algún gusto a Susy o para pagar el alquiler de la pieza de la pensión en el centro que había alquilado. Por cuatrocientos cincuenta pesos tenía habitación, cocina y baño propio mas desayuno. Un verdadero lujo aunque yo sabía que a este ritmo iba a terminar quemando todo el dinero en pocos meses, pero me contentaba pensando en conseguir el ascenso que me daría un sueldo mayor. Si no hubiese sido por Fellerman y su maldita costumbre de fumar con los supevisores, ahora yo estaría en el puesto.
Pero todo llega a su fin, eso es seguro. Me encontré de repente sin un peso después de un año y nueve meses de gran vida, cenas en restaurantes caros y zapatos italianos para Susy. Si me hubiese dado cuenta dos meses antes no habría sido tan tremendo, pero del departamento me echaron casi por la fuerza, solo debía tres meses, pero los hijos del dueño conocían una pareja dispuesta a alquilarlo por seiscientos pesos mas depósito, así que no se detuvieron a pensarlo demasiado.
Lo de la buhardilla fue, dentro de todo, un golpe de suerte. Dormí 3 noches en la casa de Ferroto antes de que me dijera que una conocida de su madre tenía un pequeño cuarto en alquiler en su casa. Me dejó la dirección anotada detrás de un paquete de cigarrillos negros de esos que el fumaba y me quedó el olor a tabaco hasta el dia siguiente en las manos.
Me instalé allí finalmente y a pesar de decirle cien veces a Susy que era provisorio, ni venía a visitarme. Cuando perdí el ascenso, su actitud cambió completamente y casi todas las noches tenía un plan diferente o simplemente no tenía ganas de salir. Yo no la acosaba, pero realmente quería saber que era lo que le pasaba y le exigía una respuesta que todavía creo que merecía, así que insistí tanto que al final accedió a verme.
Hacía un calor terrible y parecía que en cualquier momento iría a llover. Aunque era todavía de tarde, las gruesas nubes oscurecían casi por completo el cielo y le daba un aspecto bastante triste a la escena, a pesar de que la vida de los demás transcurría naturalmente, para mí el conjunto era deprimente.
Llegó en un auto color rojo no muy grande, lo único que me acuerdo es que dobló por la esquina muy lentamente y, curiosamente, se quedó esperandola a unos treinta metros, más o menos. Bajó y vino caminando muy decidida, estaba hermosa; o por lo menos a mí me parecía particularmente bella aquella tarde.
Me saludó con una frialdad que no auguraba nada bueno, me dijo que era la última vez que nos veríamos, que todo había terminado y que no la molestara más. Hasta tuvo la delicadeza de pedírmelo por favor. Le pregunté los motivos, le imploré, comencé a sollozar, me caían gruesas lágrimas y la voz me salió en falsete dos o tres veces, me limpiaba la nariz y volvía a la carga buscando las razones de su desprecio. Entonces ella levantó su cara hacia mí y me di cuenta que tenia los labios tan apretados que su cara roja por la presión contrastaba de manera anormal con lo blanco de su boca.
- Querés saber porqué ? - me dijo
- Si, por Dios, decime porqué! - le contesté con la ansiedad de saber que venía lo inevitable.
- Porque sos un fracasado…- comenzó - porque sos un pobre tipo a quien nadie aguanta mucho tiempo al lado, porque sos…porque sos un infeliz ! – me dijo como buscando las palabras justas que encajaran mejor con tanta bronca contenida. No gritaba, pero con cada cosa que decía le saltaban pequeñas gotas de saliva que marcaban la fuerza con las que pugnaban por salir.
Me quedé bastante sorprendido porque aunque esperaba un final de nuestra relación, no había caído en cuenta de que su sentimiento hacia mí se había transformado en una especie de desprecio mal soportado y una necesidad de alejarse lo antes posible de mi lado. Quede con la boca abierta de una manera que creo que podría haber causado gracia en otras circunstancias, pero que ella aprovecho para dirigirse rápidamente al auto rojo y desaparecer de mi vida.
Volvi caminando despacio a la casa. No tenía ningún apuro, y seguía el camino de memoria y por inercia, pero mi espíritu casi estaba separado de mi cuerpo y obedecía como a una voluntad propia. Lo que si sentía era un zumbido de la sangre en mis sienes que me producía un cosquilleo cálido hasta las mejillas.
No me sentía tan mal después de todo, y los primeros dias estaba tan perplejo que no terminaba de reaccionar; trabajaba febrilmente aunque sin demasiado interés y estaba muy irritable, casi al punto de que no se me podía dirigir la palabra. Al final se empezaron a mofar a mis espaldas, o eso me parecía a mí. Lo que es seguro que esos imbéciles dejaron de invitarme los viernes al Royal a tomar la cerveza de las seis. Habrá influido también que yo no tenía ya plata y que ultimamente, reconozco, me hacía pagar siempre, pero iba a devolver hasta el ultimo peso…eso seguro.
El lunes pasado cuando me avisaron que no iban a necesitar más de mis servicios por sospecha de un faltante de caja y que hasta que se efectuara la investigación estaría cesante debo confesar que me sorprendí de verdad. Despues de quince años de haber estado en la compañía, sabía perfectamente que eran inútiles mis ruegos y mis llantos, y que alguien habia preparado todo esto para echarme sin darme una indemnización, que debía haber sido abultada debido al tiempo que hacía que trabajaba en el mismo puesto.
Así que salí de la empresa humillado e impotente, con cero pesos en el bolsillo y sin trabajo. Estaba aturdido, no podía pensar, automáticamente paré en la tienda de la esquina a comprar mi pan casero, pero necesité dos segundos para darme cuenta que no tenía el suficiente dinero ni para un bollo de pan.
Subí sin prisa a mi habitación y de repente me acordé de papá y el pequeño tesoro guardado para vender si algún dia me encontraba en algun apuro económico insalvable, ya que valia su buena plata siendo una pieza de colección. Creo que el lo entendería, este era un momento de verdadero apremio para mí y no me sentía culpable por usarlo. Caminé arrastrando los pies hacia la vieja mesita azul en cuyo cajón guardaba todavía en su funda original de piel, el viejo revolver de papá. Lo único prácticamente que me había quedado del viejo.
El me había dicho que lo usara como último recurso y si no tenía mas un peso. Solo podía venderlo en caso de extrema necesidad ya que el lo había recibido de manos de su padre y mi abuelo lo había usado en la primera guerra mundial, en más de treinta batallas, decía él…aunque no tengo idea de si esto era cierto o lsi en verdad o había comprado de segunda mano en alguna tienda de porquerías, aunque al final ya lo creo que me ayudó, el viejo revolver….cuando me lo apoyé en la cabeza estaba un poco frio pero inmediatamente cambió de temperatura, eso es lo último que pensé, después cerré los ojos y apreté el gatillo con fuerza.
En realidad no sentí nada. Ni el ruido ni nada. Creo que a lo mejor fue como una luz de golpe, pero no estoy seguro y nunca lo voy a saber.

miércoles, diciembre 20, 2006

Clay, el gnomo hijo de puta.

Queriendo prenderme fuego la casa...

Tratando de meterse en mis zapatos...

Usandome la compu!

Le puse Clay porque parece que fuese de plastilina...o clay, que aca se le dice asi...

martes, diciembre 19, 2006

Un gnomo en mi casa!!!




Hay un tipito entre nosotros!!! lo encontré hoy molestando a Panda...debe haber venido con el pino de navidad que compramos hoy, el primer árbol REAL que traigo a casa en mi vida, elegido de entre cientos iguales en una plaza...típico de película. Pero el enano este es muy atrevido, anda de acá para allá...hasta atacó a la gata con un escarbadientes. Le saqué varias fotos mañana pongo más.